Desde la perspectiva normativa, geográfica y urbanística, el contexto fluvial urbano está sometido a una serie de transformaciones y cambios que, de forma más o menos directa, afectan y pueden tener consecuencias sobre sus cualidades y potencialidades educadoras. Conocer mejor estas transformaciones, sobre qué aspectos del río o de la ciudad influyen y en qué medida modifican sus oportunidades de aprendizaje, nos podría dar nuevas perspectivas para abordar el problema y, sobre todo, si los agentes que pueden aprovecharlas son conscientes de ello.
Uno de los vectores transformadores es la Directiva Marco del Agua. Llama la atención la ausencia de la Directiva en el conjunto de los conocimientos escolares (profesorado, textos, programas, etc.) llevando a pensar que todo el potencial de esta norma comunitaria pueda estar pasando, de momento, desapercibido en el ámbito educativo. Después de diez años de su integración en la política de aguas en España, no parece haber influencia alguna en los centros escolares o en las previsiones del profesorado y, solo vagamente, en algunos colectivos ciudadanos. La administración, por su parte, está cumpliendo lenta y de forma cicatera sus compromisos de investigación, participación y planificación, pero tampoco parece que haya consecuencias a nivel ciudadano o escolar. Por poner un ejemplo, toda la elaboración y tramitación de la planificación hidrológica ha tenido una proyección educativa más allá de las convocatorias de un reducido grupo de personas y siempre a título de consulta.
En el ámbito urbanístico, generador de proyectos, obras e intervenciones de envergadura, los resultados son otros, mucho más visibles y con profundas repercusiones. Son numerosos los proyectos ejecutados en muchas ciudades fluviales, otros aún en desarrollo, tratándose en general de intervenciones son de tipo hidráulico y urbanístico que pretenden resolver problemas de inundaciones y, a la vez, ganar suelo para la ciudad. Se emplea con frecuencia el argumento de “recuperar la imagen del río para la ciudad” y un problema puesto ya de manifiesto: la ignorancia urbana del río. Las obras en este tipo de intervenciones hidráulicas o urbanísticas son muy variadas: encauzamientos, reforestación márgenes, creación de redes de paseos en las riberas y accesos a las mismas, construcción de embarcaderos, rehabilitación de aceñas y otros edificios fluviales, restauración de espacios degradados, creación de áreas recreativas, playas, parques de ocio, tramo de aguas bravas, puestos de pesca, etc. Los objetivos básicos son el aumento de la capacidad de evacuación, defensa contra inundaciones y aumento del suelo disponible para la ciudad, al tiempo que potencian los usos del entorno del río, creando puntos de encuentro para la ciudadanía.
Los denominados “puntos de encuentro” son, en la mayoría de los casos, puntos proyectados en lo físico y en lo visual, pero no en lo cognitivo o lo afectivo. Hay aparato técnico de ingeniería, arquitectura o urbanismo, dirigido al río y su espacio, pero no se diseñan estrategias de desarrollo educativo ni participativo que conecten, de forma intencionada, estos aparatos con la mejora del conocimiento de la población. No hay aprovechamiento educativo planificado de estas intervenciones. No se considera el uso educativo, como uno de los posibles usos en los nuevos escenarios creados tras las intervenciones. No son solo anécdotas las numerosas referencias a proyectos de índole educativa pendientes de incluirse en estas operaciones hidráulicas y urbanísticas, como si hubiese necesidad de exponerlos y proponerlos, pero la realidad es que no se terminan realizando, y en los casos en que llegan a término, finalmente, no se usan para los objetivos educativos previstos.
Los parques y paseos fluviales, las riberas restauradas o los edificios recuperados, ofrecen excelentes contextos y oportunidades de aprendizaje, así como los procesos de toma de decisiones, el acto de proyectar, la ejecución y la gestión que los acompañan, etc. Las decisiones de cómo intervenir y para qué en los espacios fluviales urbanos no son asépticas, están cargados de ideología, y esto supone un potencial educativo añadido, al permitir desarrollar en el aula o en el colectivo ciudadano procesos de discusión crítica y constructiva que cuestionen las concepciones urbanas dominantes sobre los espacios ribereños, los usos del suelo, el tratamiento de los elementos patrimoniales, etc. Todo este capital no está siendo utilizado y no se están creando las condiciones para que pueda utilizarse.
Hay acuerdo en que las obras que se están realizando mejoran las condiciones físicas de proximidad, el acceso y tránsito, la seguridad, crean espacios susceptibles de utilización, abren nuevas miradas, recuperan patrimonio y mejoran las condiciones ambientales. Pero por otra parte, también suponen un grado de artificialización muy negativo, la ocultación del verdadero carácter fluvial, el enmascaramiento del riesgo, la consolidación de una forma de dominio dura, la creación de obstáculos, etc.
Entre las nuevas oportunidades que ofrecen las ciudades fluviales para la educación la encontramos en un ámbito que pudiera parecer distante pero que no lo es tanto: el turismo. Los ríos han llamado la atención de un sector de servicios que ha tenido que buscar nuevos horizontes ante el agotamiento de espacios tradicionales y el auge del turismo de interior y rural. Son numerosos los proyectos turísticos asociados a cursos fluviales urbanos, a los espacios resultantes de las intervenciones hidrológicas y urbanísticas y a la restauración de piezas arquitectónicas del patrimonio fluvial. Iniciativas de itinerarios a lo largo del Guadalquivir, Tajo y Ebro, recuperación de vías romanas, propuestas monumentales en el Guadiana, acondicionamientos en el Miño, etc. pueden ser ejemplos de este impulso. Los objetivos de estas operaciones son básicamente económicos, pero tienen una proyección de enorme interés en el ámbito educativo, por la edición de materiales, por la creación y mejora de espacios, la construcción de equipamientos, la generación de ideas, etc. Sin embargo, supone otra muestra de olvido ó desinterés por lo educativo, pues con las mismas inversiones se podrían incorporar propuestas diseñadas específicamente en este sentido, fortaleciendo la faceta educativa del turismo y, a la vez, abriendo vías educativas sobre el patrimonio.