Los cultivos necesarios para nuestra dieta media conllevan el consumo de más de 5m3/día y habitante: un 60% por los cultivos de secano, y un 40% por los regadíos.
En España, se riegan 3,7 millones de hectáreas, un 18% de la superficie cultivada. Utilizan 23.000 hm3/año, un 77% del total de los usos consuntivos del agua, generando una presión excesiva sobre los recursos hídricos, siendo responsables de que muchas masas de agua no puedan alcanzar el buen estado en el Horizonte 2015, tal como obliga la Directiva Marco de Agua.
En la última década se han modernizado un tercio de nuestros regadíos, con el objetivo principal de ahorrar agua. Existen dudas sobre la eficiencia de estas políticas en la disminución de la presión sobre los recursos hídricos, puesto que en muchas zonas han aumentado las superficies dedicadas al regadío.
La agricultura actual es muy consumidora de fertilizantes y pesticidas, cuyos lixiviados son causantes de una parte muy importante de la contaminación difusa, una de las principales causas de deterioro de nuestros ecosistemas hídricos.
La agricultura española tiene condicionado su futuro a la reforma de la Política Agraria Común 2014-2020, que impulsará una producción alimentaria viable, en un marco de gestión sostenible de los recursos naturales y de acción por el clima, y promoverá un desarrollo territorial equilibrado.