Las ciudades han experimentado una gran expansión a largo del siglo XX, en muchos casos descontrolada, en la que la tasa de cambio del uso del suelo de rústico a urbano ha sido superior a la tasa de crecimiento demográfico. Esta expansión del área construida ha generado una progresiva e imparable impermeabilización que está ocasionando numerosos problemas medioambientales en nuestras ciudades. Tal es la importancia actual de este fenómeno que la Comisión Europea ha creado un grupo de trabajo específico para analizar los impactos del sellado del suelo y proponer políticas que se implementen en planes y programas (SWD 101, 2012).
Los principales impactos generados por la impermeabilización del suelo pueden resumirse en los siguientes:
- Efecto Isla de Calor. La inhibición total o parcial de la infiltración del agua de lluvia reduce la evapotranspiración y el almacenamiento de agua en el subsuelo anulando la refrigeración natural. Por otro lado, la mayor absorción de energía solar por tejados y superficies oscuras de asfalto en combinación con el calor residual generado por sistemas de refrigeración, con la industria y con el tráfico, contribuyen a potenciar el incremento de temperatura. Este efecto está provocando importantes problemas sobre la salud de las personas (enfermedades respiratorias), la calidad del aire (acumulación de contaminantes debido a la falta de renovación del aire), la economía (aumento de la demanda energética) y el confort térmico de la ciudad (alteraciones de la humedad relativa y la velocidad del viento).
- Contaminación de aguas. El sellado del suelo elimina la capacidad filtrante y depurativa que posee el suelo, por lo que la multitud de contaminantes que generan las actividades humanas (aceites, fertilizantes, pesticidas,….) acaban llegando a ríos y acuíferos generando un grave problema ambiental.
- Inundaciones. Las áreas edificadas pueden ser hasta 4 veces más impermeables que las zonas verdes o las parcelas sin edificar, por lo que la forma de urbanizar condicionará directamente la cantidad de agua infiltrada y por tanto, la probabilidad de inundación. Algunos estudios han comparado la escorrentía generada por una misma superficie en los casos de estar o no urbanizada, concluyendo que es necesario dejar al menos un 50% de espacio no pavimentado (TCB A063, 2010). Esto resulta cada vez más necesario, considerando además que los Modelos de Cambio Climático prevén un incremento de la intensidad de las lluvias en los próximos años, en algunos casos entre un 20 y un 40%, lo cual hace que países que actualmente no sufren inundaciones sí puedan tenerlas en un futuro.
Para hacer frente a estos problemas, desde los años noventa se está planteando una estrategia más acorde con los principios medioambientales y de calidad de vida, que tiene por objetivo principal paliar los efectos generados por la impermeabilización de la ciudad mediante la aplicación de los denominados ‘Sistemas Urbanos de Drenaje Sostenible’ o ‘SUDS’, los cuales recogen el agua de lluvia, la transportan y almacenan durante el máximo de tiempo posible con objeto de ralentizarla, y después la infiltran y reutilizan en usos no consuntivos o simplemente para la recarga de acuíferos (CIRIA C697, 2007).
Existen numerosas clasificaciones de estos sistemas, atendiendo a cuestiones como si controlan el agua pluvial en origen, si son preventivos, estructurales, de transporte, de retención,… En realidad, si pretendemos potenciar su integración en la ciudad, estos sistemas deberían estar clasificados según el elemento urbano en el que se van a integrar (acera, calzada, aparcamiento…), y sobre todo, deberían ir acompañados de información sobre cuál es su objetivo fundamental (Infiltración, Retención…), y sus principales beneficios (regeneración del paisaje, mejora de eficiencia…) (Rodríguez et. al, 2014). Así, en función de las condiciones de partida del lugar, el urbanista tendrá información que le permitirá decidir qué sistema será más adecuado para integrar en su proyecto. A continuación se muestra una propuesta que resume estas tres variables; Uso, Objetivos, y Beneficios.
En resumen, puede decirse que el Planeamiento Urbano debe ser el marco de referencia en el que deben integrarse los Sistemas Urbanos de Drenaje Sostenible (CIRIA C687, 2010), no como algo aislado, sino como parte de un proceso de planificación basado en la consideración del agua como una variable más de proyecto (Rodríguez et. al, 2015).