El progreso en el uso y aprovechamiento del agua ha caracterizado históricamente a las civilizaciones más avanzadas, como las que se han ido sucediendo en torno al Mediterráneo y magistralmente describiera Fernand Braudel (Braudel 1995). Y así, la supervivencia y el desarrollo de la humanidad han requerido de este elemento del medio natural como indispensable recurso a lo largo de su historia.

En el contexto mediterráneo, uno de los territorios más singulares será el sureste ibérico, en el que, dada su marcada aridezmanifestada en una extraordinaria radiación solar y una pluviometría escasa e irregular, se atesorará toda una cultura de aprovechamiento de los recursos hídricos (Gil Olcina 2004). Junto a esta benignidad climática, las apropiadas condiciones agronómicas de los suelos aluviales promoverán desde antiguo una agricultura de regadío que, indisolublemente ligada a la disponibilidad de agua, se enfrentará a los exiguos recursos hídricos existentes y a su periódica escasez. Más tarde, y apoyándose igualmente en las privilegiadas condiciones del clima, el desarrollo regional tendrá como base la urbanización urbano-residencial-turística del litoral, que requerirá asimismo  asegurar el suministro del abastecimiento ácueo (Morales Gil 2001). Todo ello vendrá a agravar paulatinamente las condiciones propias de escasez de los recursos hídricos, en lo que vendrá a conocerse en la planificación hidrológica de finales del siglo pasado como déficit hídrico (MMA 2000).

En la cuenca del Segura, desde los centenarios regadíos de sus vegas, se ha verificado a lo largo del siglo XX una expansión de las superficies regadas sobre la base del modelo de oferta de las políticas hidráulicas tradicionales y su regulación fluvial, así como posteriormente de la intensa explotación de los recursos subterráneos. La acción paradigmática de aquellas en esta cuenca será el Trasvase desde el Tajo, con su generación de expectativas y, últimamente, las tensiones políticas. Sin embargo, el incremento de las superficies regadas, sin recibirse posteriormente el agua inicialmente prevista, dio lugar paradójicamente a incrementar el déficit hídrico. Superficies que finalmente se han estabilizado en la pasada década ante la sobreexplotación de los acuíferos y la limitación de los recursos superficiales disponibles, la falta de garantía del agua y su baja calidad. No obstante, todo el desarrollo residencial y turístico de los litorales levantinos en las últimas décadas ha asegurado su abastecimiento urbano en gran parte, incluso durante las sequías, gracias a estas transferencias externas y al extraordinario sistema de ingeniería hídrica de la Mancomunidad de los Canales del Taibilla. Esta entidad, que ha ido incrementando sucesivamente desde los años cincuenta el número de municipios abastecidos, ha tenido que ir ampliando y diversificando las fuentes de sus recursos hídricos, desde las del río que le da nombre, hasta los procedentes de la desalación en una última etapa. Espacialmente esto se ha traducido en una intensa transformación del territorio, como se muestra en la extensión de las superficies regadas, y en la expansión de las áreas urbanas, principalmente en el litoral y las áreas metropolitanas (Gómez y Grindlay, dirs., 2008). Dentro de este proceso urbanizador destaca sobremanera en este área la proliferación de los campos de golf, que justifican su sostenibilidad hídrica en la reutilización de sus aguas residuales depuradas—aunque requieren alrededor de 3.000 viviendas con una ocupación media anual del 30% (Navarro y Ortuño 2008)— pero que introduce una mayor presión sobre los limitados recursos hídricos disponibles.

A pesar de la pérdida de peso de la agricultura en la economía, el desarrollo agrícola vendrá, entre otros, de la modernización de los regadíos y del incremento de la eficiencia en su consumo de agua. Sin embargo, este sector recuperará su protagonismo ante la actual crisis de la construcción. Por otro lado, en el área almeriense serán sucesivas innovaciones técnicas en torno a la producción agrícola desde los setenta, comenzando por los invernaderos y sustratos enarenados, las que den lugar a todo un “milagro económico”, situando a esta provincia en primer lugar en el nivel autonómico gracias a la masiva exportación de productos extratempranos (Aznar-Sánchez y Sánchez Picón, 2010). Este progreso hacia una agricultura casi industrializada mutará los paisajes agrícolas extensivos por un “mar de plástico” que se irá extendiendo por todo el sureste y que será visible incluso desde el espacio (UNEP 2005).

La implementación de la Directiva Marco del Agua (DMA) europea desde el año 2000 y la necesidad de alcanzar sus exigentes objetivos medioambientales de conseguir el buen estado de las masas de agua para 2015 ha impuesto severas limitaciones al uso y aprovechamiento de agua. Este cambio en las políticas hídricas imposibilitó nuevas transferencias entre cuencas y orientó la resolución del déficit hídrico en este ámbito hacia la desalación masiva de agua de mar. El amplio desarrollo de desaladoras en el litoral sureste gracias al denominado Programa A.G.U.A. (Actuaciones para la Gestión y el Uso del Agua), ha dado lugar a una completa garantía en el abastecimiento actual y futuro de los desarrollos urbanos. Por lo que el agua ha dejado de convertirse en un factor limitante para estos desarrollos, que no obstante se han visto frenados finalmente por la grave crisis inmobiliaria. Sin embargo, el elevado coste de las aguas desaladas frente a las subterráneas, y la falta de control sobre estas captaciones, no ha logrado promover su utilización entre los regantes, ni reducir por tanto la sobreexplotación de los acuíferos.

Ante esta mayor escasez de agua para su aprovechamiento agrícola, como se muestra en los documentos para el Plan Hidrológico de la Demarcación del Segura que requiere la DMA, como el Esquema de Temas Importantes, las dificultades del proceso de concertación para atender a las importantes demandas aún existentes han impedido culminar – acumulando más de tres años de retraso en marzo de 2013 - el proceso de planificación hidrológica de esta Demarcación y desarrollar su preceptivo programa de medidas para alcanzar sus objetivos. Por otro lado en el área almeriense la degradación de los acuíferos es tal que ni aún tras la implementación de las medidas consideradas en el nuevo Plan Hidrológico de la Demarcación Hidrográfica de las cuencas mediterráneas andaluzas se prevé la recuperación de áreas como las del Campo de Dalías para 2027. De ahí que estos territorios continúen en la encrucijada de tener que resolver el tradicional conflicto entre progreso económico y degradación del medio hídrico natural, o promover un desarrollo hídricamente sostenible.