Agua y sociedad

A lo largo del siglo XX en España tuvo lugar una intensa alteración de los ecosistemas acuáticos continentales derivada de la masiva construcción de obras hidráulicas de regulación, transporte y producción de energía eléctrica en toda la península. En consecuencia multitud de valles y poblaciones rurales fueron desplazadas, dejando bajo las aguas tierras fértiles y siglos de historia y de vivencias compartidas, en aras del desarrollo económico fundamentalmente vinculado a la expansión del regadío en zonas semiáridas y áridas y la producción de electricidad para la industrialización y urbanización de las áreas metropolitanas. Muchas de estas actuaciones generaron conflictos sociales con poca trascendencia social dado el contexto de posguerra y dictatorial del régimen que las promovía. Por otra parte, la iniciativa privada con el apoyo de las instituciones públicas puso en explotación masiva las aguas subterráneas y la transformación de terrenos en regadíos, durante la segunda mitad del siglo XX. Ello ha dado lugar al deterioro generalizado del estado de los acuíferos y a la pérdida de millares de fuentes, manantiales y zonas húmedas. Además, el crecimiento de las zonas urbanas, de las zonas industriales y de la agricultura industrial ha generado un incremento significativo de las cargas contaminantes vertidas a ríos, lagunas, acuíferos y zonas costeras, que ha contribuido a la degradación de los ecosistemas acuáticos y del ciclo del agua.

A finales de los años 60 del pasado siglo este modelo productivista del agua comenzó a dar muestras de su agotamiento práctico para alcanzar a largo plazo la consecución de su único objetivo: garantizar la disponibilidad de agua de calidad y en cantidad suficiente para satisfacer los usos humanos del agua (económicos y sociales). Sin embargo, lejos de replantearse, este modelo de incremento de la oferta de agua a través de grandes obras públicas y extracción de aguas subterráneas se intensificó hasta bien entrado el siglo XXI. Al mismo tiempo, la visibilidad social y política de los movimientos sociales y entidades en defensa de los ríos se ha ido incrementando, cuestionando las razones mediante las que el discurso dominante tradicionalmente ha justificado la necesidad y bondad de las grandes obras hidráulicas, especialmente financiadas con cargo al erario público. Los conflictos socioambientales en torno al agua han dado lugar a lo largo de las dos últimas décadas a la articulación de un discurso alternativo en torno al agua. Este discurso se basa en la recuperación de los valores emocionales y éticos del agua y en la necesidad de organizar la gestión del agua atendiendo al bien común de la sociedad, es decir, poniendo la racionalidad económica al servicio de los objetivos de bienestar de la sociedad. La articulación de este discurso, conocido genéricamente como Nueva Cultura del Agua, se basa en la integración de la diversidad social a través de distintas formas organizativas –entidades, colectivos, organizaciones ecologistas, plataformas, redes, etc.- y a través de distintas escalas territoriales.

En esta sección abordaremos sucintamente la contraposición de intereses y valores en torno al agua, los conflictos socioambientales recientes vinculados con el agua y la articulación de redes de actores por una Nueva Cultura del Agua.

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