El agua y sus ecosistemas asociados constituyen un patrimonio común cuya protección y uso sostenible tiene que ser garantizado por los poderes públicos, de ahí que la Administración pública cumpla un papel fundamental como garante de estos bienes para nuestra generación y las generaciones futuras.
Además en un Estado democrático y social de Derecho las normas jurídicas son la vía usual para establecer el régimen de protección y uso sostenible que sujete tanto a las Autoridades que lo garantizan, como a los agentes económicos y a la ciudadanía que depende de este patrimonio común.